Este artículo refleja las opiniones personales de su autor, y no necesariamente las de World Wrestling Universe
A lo largo del tiempo, decenas de luchadores se han constituido como favoritos del público. Sea por características técnicas, discursivas, o incluso por ese vínculo metafísico que algunos llaman química, los fans siempre tienen un preferido que apoyan con el sencillo pero suficiente argumento de que ese chico merece una oportunidad.
De entre todos esos favoritos, un puñado de ellos es escogido para ser llevado al frente. Protagonizan algunas peleas titulares, aunque no tienen que ganar necesariamente. Los sacan a jugar con los grandes, dicen. Y mientras esto sucede, los fans siguen detrás de esos elegidos.
De ese puñado, otro filtro es aplicado, y un número aún mas acotado es seleccionado para ser campeón. Y a partir de aquí, es casi una regla inamovible que una porción de su público simpatizante le dé la espalda.
El relato –breve y simplista- es un reflejo de una realidad que hasta cierto punto es razonable. Trátese de una lucha o cualquier emprendimiento, el camino se disfruta mucho más que el logro mismo. La coronación del luchador es –diría Jeff Hardy- un suspiro en el viento. Para el fanático es difícil ver las defensas del título como un camino a disfrutar, porque entiende que si el luchador gana muchas de ellas, ya no estamos camino hacia nada concreto, sino consolidando una realidad.
Pero al mismo tiempo, conviven otras supuestas necesidades del televidente. Queremos reinados largos, porque si cambian de campeón todos los meses, ningún campeón es creíble. Pero no tan largos, porque entonces el luchador se está volviendo imbatible, y por ende, aburrido. Tampoco nos agrada que no gane limpiamente alguna vez, porque eso los hace ver débiles. Pero que no gane demasiado tampoco así, porque eso lo perfecciona a niveles que no son creíbles. Nos gustan transgresores, pero que no transgredan siempre con lo mismo. Porque el que transgrede con lo mismo, no es transgresor. Es otra cosa que no sabemos definir, pero calificamos de aburrido, por las dudas.
El párrafo anterior, tan confuso y contradictorio como se lee, es un resumen de nuestros (nuestros, porque yo también soy televidente lunes, jueves, viernes, y al menos dos domingos al mes) pensamientos a lo largo del año.
Sucede que es muy sencillo simpatizar con una figura que tiene que vencer una gran adversidad, pero una vez lograda la misión, es una ardua tarea mantener el fuego del interés en el corazón del fanático.
Pero el televidente a veces se sienta con demasiada comodidad en su asiento. Muchas años de triunfos, llevó a John Cena a ser cuestionado (diferentes razones que exceden a esta nota, pero su record de triunfos fue y sigue siendo una de ellas). A CM Punk le tomó 3 meses comenzar a recolectar detractores, y este no es un detalle menor. Porque en sus primeros reinados (obtenidos por el cobro del maletín Money in The Bank) en el año 2008 y 2009,habían sido muy poco exitosos, plagados de derrotas o triunfos poco lucidos (sumándose a la lista de campeones poco creíbles debido a su bajo record de triunfos, junto a Rey Mysterio o Jack Swagger, entre otros). A aquellos reinados, le sucedieron muchas críticas por el mal uso de Punk como campeón ¿Cómo pudo una porción del público cambiar tan visceralmente de opinión, ahora que Punk tiene un reinado más estable? Lo mismo se aplica a Zack Ryder, quien sin haber tenido aún una lucha oficial defendiendo su título, ya se está cuestionando su credibilidad. En retrospectiva, TNA ha tenido los mismos problemas sosteniendo a favoritos como Samos Joe, o AJ Styles (aunque este último ha logrado revertir esto en los últimos años).
Y la pregunta se responde por sí sola. Nuestras opiniones son viscerales y fluctuantes porque el público es visceral y fluctuante. Creo que no está mal señalarlo, no es errado asumirlo, y no es tarde para pensar en cambiarlo. Darles un poco de crédito a los campeones, también es un modo de pasarla mejor frente al televisor.


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