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BLACK SHADOW: La muerte de un revolucionario


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Dice la sabiduria popular que las leyendas son eternas, imperecederas. Resisten el paso del tiempo y tienen como única barrera la rigidez de la memoria. En la lucha libre, se considera leyenda a alguien que ha trascendido su propia humanidad, volviéndose mito. La vida personal no importa, sino sus logros. Logros que son magnificados. Aciertos que se vuelven dogmas con errores eliminados de los recuerdos.

Leyendas hay pocas en la lucha mexicana, deporte siempre necesitado de ídolos, de personajes que sean fuente de inspiración para mejorar; arquetipos de perfección, ideales de superación.

Esta semana se fue quien quizá fue la cuarta leyenda en importancia para la lucha mexicana. Quienes estaban por encima de él (Santo, Demon, Huracán), ya se han adelantado. Alejandro Cruz Ortiz “Black Shadow” ha muerto, dejando entre nosotros su leyenda, pero también su historia.

Nacido el 3 de mayo de 1921 en León Guanajuato, y entrenado en Guadalajara por Manuel “Toro” Miranda, debutó a los 19 años perdiendo con Rito Romero bajo el nombre de Jungla Cruz. Más tarde, conocería en Monterrey a Blue Demon, quien lo pulió, haciéndolo un buen luchador científico.

Pero por más técnica que tuviera, Alejandro Cruz hubiera sido, quizá, un luchador más, de no ser por su visión, por su deseo de innovar. Siendo un niño, había visto luchar al Chino Achiú, quien asombraba al aplicar las patadas voladoras, movimiento que en un principio sólo aplicaban los extranjeros. Se dice que dichas patadas fueron traídas a México por Matty Matsuda, luchador japonés que en los años veintes fuera promovido en Estados Unidos por Ed “Strangler” Lewis como el Campeón Mundial de Peso Ligero.

Achiú aplicaba, además, el tope, que en sus inicios era sólo un cabezazo al pecho, despegando apenas los pies de la lona. Esas patadas y ese tope, hoy ejecuciones básicas, representaban la espectacularidad en un deporte que pecaba de reciedumbre.

El joven Alejandro Cruz sentía algo distinto al ver esos movimientos que cuando veía una llave. Al volverse luchador, recordó a Achiú la noche en que enfrentó al Gorilita Flores, tremendo peso semicompleto; un monstruo en aquellos días. Cruz fue sorprendido por la variante del tope que había creado Flores: el tope supersónico. Bastó un descuido de Cruz para que el Gorilita lo sujetara de un brazo, lanzándolo con látigo irlandés a las cuerdas. En el rebote, Cruz sólo vio elevarse a su rival, que cruzando el ring estrelló su cabeza en su pecho, dando un giro antes de caer a su lado. Sin reponerse aún, el novato fue rematado con otra creación de Flores: la plancha después de un rebote en las cuerdas… Más que adolorido, Cruz quedó fascinado, y su mente comenzó a trabajar a fin de lograr imprimirle más espectacularidad a este deporte.

Llegó 1947, y Alejandro Cruz (que ya había dejado atrás lo de “Jungla”), se enmascaró con el nombre de Black Shadow, siguiendo la vieja costumbre de usar nombres extranjeros en personajes enmascarados, lo que daba la impresión ante el público de que se trataba de un foráneo, a fin de incitar al nacionalismo. Claro, Black Shadow era rudo, como rudos eran todos los enmascarados en aquellos primeros años de la lucha libre mexicana.

Shadow aprovechó su elasticidad y comenzó a crear llaves que sólo él podía aplicar. Surgieron la Shadina, la Leonesa, la Guillotina, y la más famosa: la Alejandrina. Shadow perfeccionó el tope del Chino Achiú y el tope supersónico de Gorilita Flores, creando una nueva variedad de topes, los más famosos, el tope de propulsión a chorro, el tope en reversa, el tope al alimón (ejecutado junto con Blue Demon) y el tope suicida, con el que alcanzaba a sus rivales fuera del ring.
La sociedad con Blue Demon fructificó, y prontó estaba trabajando en la Empresa Mexicana de Lucha Libre, donde el visionario programador Jesús Lomelín no se cansaba de tener excelentes ideas. Para entonces ya había logrado que un tulancinguense llamado Rodolfo Guzmán triunfara con el nombre de El Santo. Había creado una especial atracción por las parejas luchísticas, promoviendo sociedades que trascendían las arenas. Santo y Cavernario Galindo habían tenido su éxito, pero el rompimiento hizo surgir a una segunda combinación: Santo y el enemigo de Galindo, Gori Guerrero. Los agarrones entre parejas rudas no son cosa nueva, y desde entonces llenaban las arenas. Shadow llegó en ese contexto a la EMLL, y debutó con el pie derecho el 14 de febrero de 1947, venciendo en mano a mano precisamente a El Santo, con lo que nació una rivalidad histórica. El inteligente Lomelín, pronto programó a Shadow al lado del Cavernario para enfrentar a El Santo y a Gori. ¡Genialidad pura!
Para 1949, El Santo se tomó un descanso, mientras Lomelín formaba una nueva pareja con Shadow y Demon. Pero no sólo los juntó, sino que supo darle el toque que haría que tuvieran arraigo. En una batalla campal, resultaron ser rivales para un mano a mano. Cuando estaba por celebrarse el encuentro, se anunció que Demon y Shadow no podían luchar entre ellos, “debido a que son hermanos”. El público se conmovió con la confesión. En esta anécdota, existe aún la duda sobre la idea del supuesto lazo sanguíneo entre los dos enmascarados, pues mientras algunos aseguran que fue idea de Lomelín, otros le dan el crédito a don Leopoldo Meraz. Lo cierto es que el maestro Meraz, fue el periodista que más difundió esa historia en sus tiempos.

El Santo regresó en 1950 y reformó la Pareja Atómica, ahora para detener el ascenso de Shadow y Demon. Las cuatro fieras se enfrascaron en una rivalidad que llegó a un clímax en 1952, uno de los años más importantes para la lucha libre mexicana.
En ese 1952, la EMLL tuvo que enfrentar una serie competencia con la promoción de don Chucho Garza en Televicentro. En ese 1952, se realizaron las primeras películas de luchadores. En ese 1952 se efectuó la lucha de máscaras de mayor importancia en la historia.

Fue el 7 de noviembre de 1952 cuando en una Arena Coliseo llena hasta el tope, se enfrentaron Black Shadow y El Santo en una lucha que definiría no una rivalidad, sino el destino de ambos. Para entonces, los productores cinematográficos ya buscaban a luchadores estelares para que participaran en películas de el naciente género. El Santo no había protagonizado la película basada en su historieta, y no lo consideraban, por dicha razón, como opción viable. Los luchadores extranjeros eran quienes ya estaban instalados en la industria del cine: Wolf Ruvinskis, Fernando Osés, Eduardo Bonada. Estos dos últimos preparaban una coproducción con Cuba, y tenían pensado en un enmascarado como protagonista: Black Shadow.

Esa tarde de noviembre, la Arena Coliseo ya presentaba la eterna reventa. Los boletos de 7 pesos eran vendidos en 20. Los de 25 en 80 o hasta en 100. Una fortuna. En el número 1 de la primera época de Súper Luchas, se recordaba al respecto: “En aquel tiempo, uno podía tomarse una Coca-Cola por veinticinco centavos, y comprar un traje de casimir para caballero por 135, o bien, una mujer podía presumirles a sus amigas un abrigo carísimo de 295 pesos”.

Aquella lucha ha sido relatada infinidad de veces. Pero tenía una característica importante: el resultado no era previsible. El público tenía la esperanza de conocer el rostro de El Santo. Se rumoraba que algún actor de cine o algún político con un hueso importante en el gabinete, se escondía tras esa máscara. Se rumoraba que El Santo estaba cansado de luchar, pues era un millonario conocido, y que estaba dispuesto a perder la máscara esa noche. Las semanas anteriores, Shadow se había visto superior. ¿Por qué no esperar que derrotara al Enmascarado de Plata?

La suerte, más que la habilidad, permitieron que El Santo pudiera superar a Shadow, quien atacaba una y otra vez con sus topes. Dicen las crónicas que tras un látigo irlandés a las sogas, El Santo prendió a Shadow con una rana, y cayeron las tres palmadas del réferi Ruddy Blancarte. Era la tercera caída, y Dick Medrano, sécond del plateado, estallaba en júbilo, mientras Blue Demon subía al ring silencioso. El Santo quiso arrancar la máscara de Shadow, pero Demon lo evitó dándole un golpe con el puño cerrado. Casi estalla ahí un nuevo conflicto, pero todo quedó en la promesa de la venganza fraternal. Shadow se quitó la máscara y dijo su nombre: Alejandro Cruz Ortiz. Las damas suspiraron al ver que el gladiador resultó ser un apuesto caballero que lucía un bigote como el que utilizaban los galanes de aquella época.

Black Shadow ya no fue requerido para la película. Los productores buscaban a un enmascarado. Muchos especulan que de haber ganado Shadow la lucha de máscaras, pudo haber sido él quien hiciera las que ahora conocemos como las primeras películas de El Santo (Santo contra el Cerebro del Mal y Santo contra los Hombres Infernales) en 1958. Por supuesto que es imposible saber si hubiera tenido el mismo éxito, pues finalmente, el mismo Blue Demon tuvo su lugar en el cine de luchadores, pero sin igualar los logros del Enmascarado de Plata.

Shadow no fue el ídolo de cine, pero su carrera como luchador despuntó. Su elasticidad y velocidad revolucionaron la lucha mexicana. En Estados Unidos, por aquellos años, triunfaba un argentino que más que luchador era bailarín de ballet.

Se hacía llamar Argentino Rocca (en México lo conocimos como Antonino Rocca), y aunque agradaba al público al ejecutar vueltas de carreta y saltos mortales, cuando tenía que luchar eran visibles sus deficiencias, especialmente cuando tuvo encuentros titulares contra Lou Thesz. Rocca no pudo cambiar a la lucha estadounidense, pero Shadow sí cambió a la lucha mexicana, porque además de las florituras aéreas, era un luchador completo.

Durante el resto de los cincuentas y los sesentas, Shadow cosechó varios trofeos: rapó a Tony Borne, al Espanto II, a Dorrel Dixon, al Ángel Exterminador… Se mantuvo activo hasta finales de los setentas, retirándose debido a las lesiones.

Quizá lo que más haya opacado la leyenda de Black Shadow, fue que no tuvo un júnior real, pero sí muchos imitadores. El único que el público ha reconocido como sucesor, es Juan José Salazar Alanís, “Pequeño Solín”, quien le rentó los derechos del personaje a mediados de los ochentas, surgiendo Black Shadow Jr. Por alguna razón, don Alejandro le prestó el personaje a otra persona (al parecer un yerno), surgiendo un Hijo de Black Shadow, y surgiendo también un pleito entre Solín y el original Shadow.

Black Shadow Jr. perdió la máscara en Monterrey en 1991, en unos relevos suicidas (Hijo del Santo y Black Shadow Jr. contra Octagón y Fuerza Guerrera), y a partir de ahí, han surgido Black Shadows hasta en la sopa.

Desde hace años, don Alejandro Cruz, afectado por la vejez, se había negado a dar entrevistas, y sólo se le veía esporádicamente en eventos relacionados con la lucha. Con sus facultades mermadas y alejado de medios y aficionados, Black Shadow continuó siendo recordado por todos hasta el día de su muerte, el pasado 8 de marzo, a las 19:00 hrs., víctima de una neumonía. Sus restos reposan ahora en el Panteón Jardín de la capital mexicana.

Descanse en paz la leyenda, el innovador. Descanse en paz Alejandro Cruz “Black Shadow”.

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